¿Qué sabemos sobre la preferencia por el sabor dulce?

Noticias científicas de la Conferencia EFAD 2018

 

Aspectos destacados:

  • La preferencia de los seres humanos por el sabor dulce es innata y universal. El gusto por el dulce es intenso durante la infancia y disminuye en la adolescencia y a medida que entramos en la edad adulta, pero nuestro apetito por el dulce permanece hasta la vejez.
  • La evidencia actual no apoya la noción de que la exposición al sabor dulce pueda dar lugar a dependencia o a una mayor inclinación hacia el sabor dulce.
  • Una mayor exposición al sabor dulce, incluido al que se encuentra en alimentos que contienen edulcorantes bajos en calorías, tiende a provocar una menor predisposición hacia el dulce a corto plazo.

El sabor dulce gusta universalmente. La apetencia por el dulce de los humanos es innata, se expresa incluso antes del nacimiento, y se extiende a todas las edades y culturas alrededor del mundo. Al mismo tiempo, existe también un claro mandato de salud pública que pretende limitar el consumo excesivo de azúcares libres en la alimentación. Aunque la necesidad de reducir el exceso de azúcares está bien establecida, la evidencia no apoya la necesidad de reducir el sabor dulce en general en la dieta sobre la base de teorías que sugieren que reducir la exposición al sabor dulce podría cambiar, potencialmente, nuestra predilección por los alimentos dulces. En este contexto, el impacto de la exposición a lo dulce sobre las preferencias, la ingesta de alimentos y, finalmente, el peso corporal, es un interesante tema de conversación entre expertos.

El papel de la exposición al sabor dulce en la predilección por el dulce estuvo entre los “temas candentes en obesidad y diabetes” que se debatieron en una sesión en la Conferencia de la Federación Europea de Asociaciones de Dietistas (EFAD) 2018 que tuvo lugar en Rotterdam, Países Bajos, del 28 al 29 de septiembre. La profesora Katherine Appleton, de la Universidad de Bournemouth (Reino Unido), presentó las conclusiones de una reciente revisión sistemática de la literatura científica en este campo de investigación, que publicó en la revista American Journal of Clinical Nutrition en marzo de 2018.

¿Cómo influye la exposición al sabor dulce en la preferencia y la ingesta de alimentos?

La evidencia actual no apoya la noción de que la exposición al sabor dulce pueda dar lugar a dependencia o a una mayor inclinación hacia el sabor dulce ni de que, reduciendo la exposición al sabor dulce, podríamos cambiar nuestra inclinación futura hacia los alimentos dulces, o reducir su ingesta. Esta fue una de las principales conclusiones de la revisión sistemática realizada por Appleton et al. (2018) que presentó a la Conferencia EFAD. En su revisión de la evidencia disponible sobre el impacto de la exposición dietética al sabor dulce sobre la aceptación, predilección, elección, y/o ingesta generalizada de sabor dulce en la dieta humana, Katherine Appleton y sus colegas examinaron 21 estudios que cumplían el criterio de su revisión sistemática. Los investigadores concluyeron que la evidencia procedente de ensayos clínicos controlados sugiere que una mayor exposición al sabor dulce tiende a dar lugar a una menor predisposición hacia el dulce a corto plazo. Esta saciedad específicamente sensorial se ha descrito anteriormente y sugiere que la exposición a un atributo sensorial en particular (ej., dulzor) puede dar lugar a una aparente reducción del placer aparente y de la elección de alimentos y bebidas con el mismo atributo, en comparación con otros (Rolls, 1986). Así, por ejemplo, la exposición al sabor dulce procedente de fuentes alimentarias con poca cantidad de azúcares, edulcoradas con edulcorantes bajos en calorías, puede no solo reemplazar el consumo de azúcares libres, sino también reducir el deseo de tomar dulce procedente de otras fuentes a corto plazo.

Aunque este efecto se ha estudiado ampliamente en ensayos de corta duración, existen datos limitados procedentes de estudios de mayor duración. En todo caso, ni los ensayos clínicos más largos disponibles, ni los estudios observacionales, que arrojan evidencias equívocas, apoyan las políticas de salud pública y nutrición que abogan por una reducción del uso de edulcorantes bajos en calorías en el contexto de una reducción general del sabor dulce y sobre la base de un potencial efecto negativo sobre la dependencia del sabor dulce (“apetito” sostenido por el dulce). De modo similar, una revisión de la literatura realizada por Public Health England en Reino Unido (2015) llegó a la conclusión de que existe poca evidencia que sustente la teoría de que una exposición repetida al sabor dulce pueda dar lugar a una dependencia del sabor dulce.

Hechos sobre la preferencia por el sabor dulce

. La apetencia de dulce de los seres humanos es innata, se expresa incluso antes del nacimiento, y se extiende a todas las edades y culturas de todo el mundo, lo que hace que el sabor dulce forme parte integrante de la alimentación humana. El gusto por el dulce es intenso durante la infancia, lo que puede reflejar la necesidad nutricional de atraer a los organismos jóvenes hacia alimentos muy energéticos durante periodos de máximo crecimiento (Mennella et al, 2004). Nuestro gusto natural por el dulce permanece hasta la vejez, aunque existen pruebas de que disminuye desde la infancia hasta la adolescencia y a medida que entramos en la edad adulta (de Graaf and Zandstra, 1999).

Aunque todos los seres humanos expresan la misma respuesta al sabor dulce inmediatamente después de nacer, el gusto por productos dulces varía con el tiempo y se hace altamente idiosincrático en los adultos (Schwartz et al, 2009). En la mayoría de los adultos existe apetencia por el dulce, aunque existen grandes diferencias entre individuos, tanto en el nivel preferido de dulzura en productos familiares como en el rango de alimentos y bebidas dulces que se consumen (Bachmanov et al, 2011). Existe también evidencia de que las diferencias genéticas entre las personas pueden, en parte, justificar diferencias individuales en la preferencia por el dulce y en el consumo de alimentos y bebidas dulces (Keskitalo et al, 2007; Joseph et al, 2016).

  1. Appleton KM, Tuorila H, Bertenshaw EJ, de Graaf C, Mela DJ. Sweet taste exposure and the subsequent acceptance and preference for sweet taste in the diet: systematic review of the published literature. Am J Clin Nutr 2018; 107: 405–419
  2. Bachmanov AA, Bosak NP, Floriano WB, et al. Genetics of sweet taste preferences. Flavour Frag J 2011; 26: 286-294
  3. de Graaf C, Zandstra EH. Sweetness intensity and pleasantness in children, adolescents, and adults. Physiol Behav 1999; 67: 513–20
  4. Joseph PV, Reed DR, Mennella JA. Individual Differences Among Children in Sucrose Detection Thresholds Relationship With Age, Gender, and Bitter Taste Genotype. Nursing Research 2016; 65(1): 3–12
  5. Keskitalo K, Tuorila H, Spector TD, et al. Same genetic components underlie different measures of sweet taste preference. Am J Clin Nutr 2007; 86: 1663–9
  6. Mennella JA. Ontogeny of taste preferences: basic biology and implications for health. Am J Clin Nutr 2014; 99(Suppl): 704S-711S
  7. Public Health England (PHE) 2015. Sugar reduction: The evidence for action. Annexe 5: Food Supply. Available online at https://www.gov.uk/government/uploads/system/uploads/attachment_data/file/470176/Annexe_5._Food_Supp…
  8. Rolls BJ. Sensory-specific satiety. Nutr Rev 1986; 44: 93–101
  9. Schwartz C, Issanchou S, Nicklaus S. Developmental changes in the acceptance of the five basic tastes in the first year of life. Br J Nutr 2009; 102: 375-385