Aspectos destacados:
- Las preferencias de sabor dulce en adultos son notablemente estables. Una intervención de seis meses con una baja, regular o alta exposición a alimentos dulces en la dieta no cambió cuánto les gustaba la dulzura ni cómo la percibían.
- La exposición a la dulzura en la dieta no influyó en el comportamiento alimentario ni en los resultados de salud. No se encontraron diferencias en la ingesta calórica, el peso corporal, los marcadores metabólicos ni las elecciones alimentarias entre los grupos expuestos a diferentes niveles de dulzura.
- Los resultados del estudio cuestionan las recomendaciones de salud pública que proponen reducir la exposición a la dulzura para disminuir la preferencia por lo dulce y prevenir el aumento de peso.
Entender cómo nuestra dieta moldea nuestras preferencias de sabor es una cuestión central en la ciencia de la nutrición. El sabor dulce, en particular y ha despertado un gran interés debido a sus raíces biológicas. Sabemos que el apetito humano por lo dulce es innato, se expresa incluso antes del nacimiento y se observa en todas las edades y culturas del mundo.
Sin embargo, a pesar de las suposiciones generalizadas, pocas investigaciones de alta calidad han examinado si consumir regularmente más o menos alimentos dulces pueden alterar significativamente cuánto disfrutamos la dulzura o cuán sensibles somos a ella. El estudio Sweet Tooth1, un nuevo ensayo clínico aleatorizado a gran escala publicado en el American Journal of Clinical Nutrition, se realizó para llenar este vacío. Al controlar estrictamente la exposición a la dulzura en la dieta durante seis meses y seguir resultados sensoriales, conductuales y metabólicos detallados, los investigadores buscaron responder una pregunta científica fundamental: ¿La exposición prolongada a la dulzura cambia la forma en que los adultos perciben y prefieren el sabor dulce?
Lo que encontraron desafía la hipótesis predominante del “Preferencia por lo Dulce”’, que afirma que reducir la ingesta de alimentos dulces disminuirá nuestro gusto por la dulzura, reduciendo finalmente el consumo de azúcar, las calorías y ayudando a prevenir el aumento de peso.
Probando la hipótesis del ‘Preferencia por lo Dulce”’ con un diseño de ensayo a largo plazo
El estudio Sweet Tooth fue diseñado como uno de los más completos hasta la fecha para investigar si la exposición prolongada al sabor dulce moldea la preferencia por la dulzura o influye en el comportamiento alimentario y en los resultados de salud. En este ensayo aleatorizado de diseño paralelo, 180 adultos sanos fueron asignados aleatoriamente a seguir una de tres dietas durante seis meses:
- Una dieta con baja exposición a alimentos y bebidas dulces
- Una dieta con exposición regular o típica a alimentos y bebidas dulces
- Una dieta con alta exposición a alimentos y bebidas dulces, endulzados tanto con azúcares como con edulcorantes bajos/sin calorías
Aproximadamente la mitad de la ingesta alimentaria de cada participante fue proporcionada por los investigadores, lo que permitió un control estricto sobre los niveles de dulzura en la dieta. Se evaluaron la preferencia por el sabor dulce, la intensidad percibida, las elecciones alimentarias, la ingesta calórica, el peso corporal y los biomarcadores metabólicos en múltiples momentos durante y después de la intervención. El cumplimiento se verificó mediante recordatorios dietéticos mensuales de 24 horas y biomarcadores urinarios, lo que confirmó claras diferencias en la ingesta de azúcar y edulcorantes entre los grupos.
Las preferencias por el sabor dulce se mantuvieron sorprendentemente estables
A pesar de las diferencias sustanciales en la exposición a la dulzura en la dieta, los resultados fueron claros: ni la baja ni la alta exposición modificaron la preferencia por el sabor dulce. En los tres grupos, dicha preferencia por lo dulce se mantuvo estable a lo largo de la intervención. Los participantes continuaron prefiriendo alimentos dulces familiares sobre los desconocidos, sin que esto se viera afectado por la dieta asignada.
La percepción de la dulzura, que es la intensidad con la que se perciben los sabores dulces, tampoco mostró cambios. Ya sea que los participantes consumieran muy pocos alimentos dulces o una gran cantidad, su respuesta sensorial a la dulzura permaneció igual.
Curiosamente, una vez que terminó el estudio, todos los participantes regresaron de forma natural a su nivel inicial de consumo de alimentos dulces, patrón que se mantuvo durante el seguimiento. Esto sugiere que los hábitos y preferencias por lo dulce en adultos son notablemente estables y no se modifican fácilmente mediante la manipulación dietética.
Sin efectos significativos en el comportamiento alimentario, el peso corporal o los resultados metabólicos
El estudio tampoco encontró diferencias entre los grupos en la elección de alimentos o la ingesta energética. No se observaron cambios en el peso corporal ni en la composición corporal; ni diferencias en glucosa, insulina, HbA1c o perfil lipídico, incluidos colesterol y triglicéridos.
Conclusiones que desafían las recomendaciones actuales de salud pública
La conclusión del estudio es clara: modificar la cantidad de dulzura que consumen los adultos no cambia significativamente sus preferencias, ni cuánto comen ni los indicadores clave de salud. Este hallazgo desafía directamente las recomendaciones de salud pública que promueven reducir la exposición a alimentos dulces para disminuir la preferencia por lo dulce y en última instancia, reducir el riesgo de obesidad. De acuerdo con este gran ensayo clínico a largo plazo, dichas estrategias pueden no generar los resultados esperados.
En cambio, la evidencia sugiere que los adultos mantienen una preferencia estable por la dulzura independientemente de la cantidad que consuman. Como resultado, las políticas dirigidas específicamente a reducir la exposición general a la dulzura, no solo de azúcares sino también de edulcorantes bajos/sin calorías, pueden requerir ser reevaluadas.
Qué significa esto para el futuro a la luz de la literatura colectiva
El estudio Sweet Tooth aporta evidencia sólida y de alta calidad de que la exposición a la dulzura, por sí sola, no es un factor determinante del consumo excesivo de azúcar, el aumento de peso ni los efectos metabólicos. Además, no es el primer estudio que cuestiona esta suposición generalizada. Estudios previos a corto plazo2 han demostrado efectos similares, como se confirma en revisiones sistemáticas3 y exhaustivas de la literatura4. De manera similar, resultados preliminares de otro gran ensayo realizado por el Monell Center y el USDA5, que evaluó si las personas que adoptan una dieta baja en azúcar llegarán a percibir los alimentos/bebidas como más dulces y preferir menos azúcar, indican que la manipulación dietética no tuvo un efecto estadísticamente significativo en la intensidad de la dulzura ni en la concentración más preferida de sacarosa en ningún momento.
A medida que evoluciona las conversaciones sobre la política nutricional, estos hallazgos destacan la necesidad de estrategias basadas en evidencia científica sólida, en lugar de suposiciones sobre la respuesta del paladar humano a la dulzura.